martes, 9 de mayo de 2017

Editorial. Sólo para la foto

(9-5-17) El Centro de Referencia de la Nación en San Luis invitó a mujeres en situación de violencia y vulnerabilidad a tomar un té.

Durante el fin de semana pasado ocurrió  un hecho que, si bien está lejos de sorprenderme, no debe dejar de advertirnos sobre el manejo de las instituciones. 
Vemos con naturalidad  que el policía lleve a sus hijos al jardín en un móvil,  que los jefes cobren viáticos, que los gobiernos financien campañas con fondos  públicos, que se capitalicen actos de gestión, etc. Pero claro, algunos tienen limites, otros no. 

Cristina Perossa es la delegada del CDR de la Provincia de San Luis. Según la página del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, los Centros de Referencia "fueron creados para transformar la realidad de las comunidades desde sus propios territorios" y brindar asistencia en materia de violencia  y vulnerabilidad desde el Consejo Nacional de las Mujeres. Es una repartición  muy sensible que debe trabajar con las personas más necesitadas de forma inmediata y efectiva. Pero no lo hacen. 

De hecho, personalmente tuve que acercar a este organismo notas, proyectos, pedidos de programas, solicitudes de ayuda, etc.; sin resultado. 

He visto, anonadada, como se favoreció  a entidades "amigas" son suculentos subsidios, mientras a una mujer sobreviviente de redes de trata de personas  con fines de explotación sexual se le negaba un nylon para reparar su techo. 

He presenciado la despreocupación y la falta de compromiso  con mujeres  en situación  de violencia  a las que les han dicho: "acá no repartimos comida,  no tenemos presupuesto".

He acompañado a una sobreviviente de trata a inscribirse en "talleres" con la esperanza de obtener una salida laboral autónoma, mientras le pedían que esperara seis meses cómo máximo, y ya vamos por el séptimo. 

He aportado la lista completa con datos de mujeres  que están en situación de violencia y vulnerabilidad con la expectativa  que las llamaran para algún plan, asistencia, subsidio o trabajo. Hasta que las llamaron este sábado, pero para invitarlas a tomar el té. 

A todas ellas las convocaron a concurrir al día siguiente a un coqueto hotel del la ciudad  de San Luis. Algunas sospecharon del llamado y no fueron, descreídas.  

En cambio, otras, se pusieron la mejor prenda y partieron junto a sus hijos caminando, quizás con frío y hasta con el estomago vacío,  pero ilusionadas. 

Las esperaban las selectas funcionarias. Señoras que viven en cómodas casas, no como la de Verónica que se llueve, o la de Denisse que no tiene puerta porque la rompió su ex a patadas. 

Damas recién salidas de la peluquería, con anillos búlgari no de lata, con ropa de marca no donada, con botas de temporada no recauchutadas, con sueldos jugosos y no pensiones. 

Parece que la idea era "pasar un momento", encontrarse con "las chicas de violencia de género" porque "a mi me gusta pasar tiempo con ellas"...dijo la más jefa de las jefas. 
"Miremos un video de los derechos de las mujeres" dijo Valeria, la trabajadora social que se metió a la casa de Claudia sin permiso, estando sus dos hijos pequeños solos a sacar fotos de las habitaciones. 
Pensé que las trataba de mascotas, pero no se lo dije. 

Más bien le dije, cuando la llame, que repudiaba la utilización  política  que hizo de estas mujeres, que fueron esperanzadas pensando que les iban a otorgar algo de la ayuda, meses atrás gestionada. 

Le dije que me parecía una burla, que solo hubiese tocado la lista que les di para llamarlas a compartir un te! Cuando de esta repartición dependía su asistencia integral e inmediata. 

Que me parecía una falta de respeto que a cambio de unas masas les tomaran una foto paraditas delante de un banner con publicidad de la Nación, junto a la dirigente del PRO.
Y después, sin mas, las mandaron de vuelta a sus casas con las manos vacías y la cola entre las patas.

A mi me jode. A mi me indigna. Pero ya se, estamos en campaña.  

María José Corvalán


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